Vivir solo, es básicamente, aprender cosas. Día tras día. Desde el primero que yo me quedé sola en esta casa hace ya más de un año y ocho meses hasta hoy, no he dejado de aprender. La mayor parte, cosas jodidas, no nos engañemos. Y otras buenas, claro.
Una de las malas, que para todo el que viva solo no será una sorpresa, es que las averías van por rachas. De repente un día, tus electrodomésticos hablan entre sí. Y dicen “oye, y si nos estropeamos todos a la vez”. A ellos debe parecerles la leche de divertido. Pero claro, el resto de las cosas de la casa les oyen. Y dicen “a esta juerga me apunto yo, hombre”. Y entonces un día, empieza a estropearse todo, a dejar de funcionar, a caerse, a romperse… a joderte la vida. Tu casa y tus cosas se descojonan de ti mientras van minándote la moral.
Luego, cuando ya todo se ha estropeado y estás desquiciado y al borde del suicidio, las cosas empiezan a funcionar. Poco a poco. Y tú vas ahí con miedo, con pies de plomo, temiendo dar un paso en falso. Yo he pasado ya por dos o tres rachas de estas desde que vivo sola. Más las que viví en pareja. A veces creo que desde que te independizas, sea del modo que sea, todo es una racha de horror, suavizada temporalmente por pequeños descansos que impiden que te tires por un puente.
Y aún así, no me quejo. Que me oyen mis cacharros y empiezan a joderse. Hace poco, cuando aún creía estar en un buen momento, se me rompió mi taza favorita del desayuno. Y lo supe. Ya la había liado, ya iba a entrar en crisis de nuevo. Entonces se estropearon las luces del coche. Se fundió una bombilla de la cocina, que son complicadas de cambiar de narices. Y se me rompieron unas cuantas cosas más. Entre ellas, el corazón hecho añicos.
Pero el colmo que me hizo perder los nervios, fue la batidora. Mira que la uso poco, pero coño, era mi batidora. Y la otra noche que vino una amiga a cenar, decidí hacer mayonesa. Empecé muy bien y a mitad… un ruido raro y olor a quemado. Mierda. Vuelvo a pulsar el botón. La batidora empieza a vibrar en modo terremoto, empieza a oler muy, muy raro. Me da una descarga. Se corta la mayonesa. Así que me eché a llorar desconsoladamente mientras mi amiga, con todo el amor del mundo y tratando de no reirse, me quitaba de las manos el bote con el potingue blancuzco, la batidora echando humo y las cuchillas pringosas.
Y esto no puedo arreglarlo yo solita, no es una pieza, no es algo que tenga solución. Es una estúpida batidora que ha muerto. Y no me queda otra que comprar una nueva.
Además, tengo miedo. Porque la racha empieza, pero no sabes cuando va a acabar. Así que a cruzar los dedos, a rezar y a tratar de no hacer nada para que pase el temporal con los menores daños posibles.
Por favor, por favor, electrodomésticos queridos, no os estropeéis. Mamá no tiene dinero para arreglaros ni sustituiros. Así que sed buenos y prometo usaros lo menos posible, manteneos limpitos y todo lo que queráis. Pero no me jodáis más, haced el favor.