No me gustan demasiado los consejos. Es la sensación de que alguien se cree superior a otro y le da su sabia enseñanza con el objetivo de que haga lo que él no hizo. Mi madre me dice con frecuencia que no la escucho, que desoigo los consejos que me da. Y yo le contesto lo mismo una vez tras otra, que sí escucho, pero que no siempre obedezco.
En este caso, no voy a dar consejos exactamente. Voy a contar mi experiencia y a enumerar lo que a mí me ha sido o me es útil de un modo o de otro. Porque no me gustan los consejos, pero sí me gusta que la gente me cuente sus vivencias, aprender de ellas y poner las mías a disposición de quien ande aún más perdido que yo, si es que eso es posible.
Lo cierto es que una ruptura es siempre dolorosa. Siempre, a no ser que estés muerto por dentro o que la relación no haya sido tal. Me hace gracia la gente que cree que una relación es enrollarse con alguien un par de veces. Seamos serios. Una ruptura es dolorosa si ha habido una relación de verdad detrás de ella. Y da igual que seas el que deja que el que es dejado. No creo que en las relaciones adultas eso realmente importe mucho. Cuando una pareja se separa es porque hay problemas, porque las cosas van como el culo. Y eso no es de un día para otro. Si lo analizamos de verdad, suelen ser cosas que se llevan a rastras desde hace tiempo, pero a lo mejor hemos querido mirar hacia otro lado. Así que, qué más da cual de los dos tenga el valor de dar un paso al frente y decir “hasta aquí hemos llegado”.
Lo que importa es que sea como sea, de pronto te ves intentando rehacer tu vida y no sabes ni por dónde empezar. De repente todo es como un puzzle de mil piezas que no has visto en tu vida, no tienes plantilla y las piezas se esturrean ante tus ojos impotentes. Dan ganas de mandarlo todo a tomar por culo. Dan ganas de hacer una pira funeraria con las piezas y quemarse a lo bonzo con ellas. Dan ganas de muchas cosas, lo sé de primera mano. Pero no hay que desesperar. Hay que seguir caminando. Porque la gran enseñanza que se puede sacar de todo esto es que al final se sale. Al menos es la que he aprendido yo. Que todo pasa. Hasta lo más terrible y doloroso. Y para pasar el trago lo mejor lo menos mal posible, voy a hacer un intento humilde de hacer una especie de manual con truquillos que pueden ayudar a ponerse en pie y empezar a dar pequeños pasitos. Poco apoco, irán apareciendo capítulos al respecto. Espero, como siempre, que os sean de ayuda… o al menos os hagan sonreír.